La agresividad es un tema que preocupa bastante, la de los niños y la nuestra propia. Últimamente hay cada vez más noticias de agresiones a niños, entre niños y de niños a padres.

Los últimos resultados de un estudio de UNICEF llamado: “Una situación habitual: violencia en la vida de los niños y adolescentes”, dan datos de 4 formas específicas de violencia: maltrato doméstico durante la primera infancia, violencia en la escuela, muertes violentas entre adolescentes y violencia sexual en la infancia y adolescencia. Las estadísticas revelan que los niños sufren violencia en manos de personas de confianza en todas las etapas de su infancia.

Las estadísticas en cuanto a violencia doméstica, a nivel mundial dicen que:

  • Cerca de 300 millones de niños de 2 a 4 años en todo el mundo son víctima de algún tipo de disciplina violenta por parte de sus cuidadores.
  • 1 de cada 4 niños menores de 5 años viven con una madre que es víctima de violencia de género.
  • 1 de cada 4 cuidadores dice que el castigo físico es necesario para criar y educar a los niños.

Estos datos son mundiales pero no pensemos que en España las cosas están mejor.

Vamos a ver un ejemplo que a todos nos va a resonar porque hemos visto algo parecido:

Dos niños jugando en el parque, o dos hermanos en casa, los dos quieren un juguete y empiezan a pelear por él, uno pega al otro e inmediatamente va el padre o la madre y gritándole le dice que no se pega y le da un azote en el culo o una bofetada.

¿Qué quiere conseguir ese padre o madre con eso? Que su hijo deje de pegar cuando se frustra por algo o cuando se enfada, pero entonces, ¿Por qué él le pega cuando se enfada? No tiene sentido, le está dando al niño dos mensajes contradictorios, “no se pega” pero yo te pego.

Pegar o herir psicológicamente en la vida cotidiana familiar y escolar es un fracaso educativo.

 

Agresividad y destructividad o violencia

No es lo mismo agresividad que violencia.

La agresividad es una respuesta adaptativa de supervivencia cuyo objetivo es la afirmación de uno mismo, la defensa del propio espacio vital o una reacción de ataque contra aquello que amenaza la integridad física o equilibrio emocional.

Un par de  ejemplos claros y comunes son la pelea entre niños por un objeto que les gusta a los dos y la defensa de un niño ante otro que le ataca. Una pelea entre niños o un empujón ante un ataque son respuestas naturales de defensa y autoafirmación de la vida que no hay que tomarlas como algo tan grave en niños pequeños.

La violencia o destructividad es la consecuencia de una agresividad reprimida o negada, son respuestas no adaptativas y descompensadas. Suelen tener su origen en la insatisfacción afectiva o el maltrato infantil, entre otros aspectos psicosociales. Es importante saber que esta conducta destructiva es un síntoma, es la expresión máxima de que algo no funciona. Un ejemplo sería un mordisco que le da un niño a otro sin motivo.

Como padres, cuidadores o educadores debemos de saber diferenciar muy bien los dos tipos de conducta. Las respuestas de agresividad que los niños pequeños hacen no hay que reprimirlas y mucho menos castigarlas con agresividad porque sino vamos a anular esas respuestas naturales y posteriormente saldrán como respuestas destructivas. Con esto no quiero decir que permitamos que los niños peguen a sus anchas pero hay que saber gestionar mejor los conflictos con ellos.

Por ejemplo:

Un niño de 3 años va con su madre por la calle y ven un parque, el niño le dice que quiere quedarse a jugar, ella le dice que en ese momento no pueden porque tiene que ir a casa a comer, él insiste, se sienta en el suelo y grita que quiere ir al parque, la madre le vuelve a decir que no y el niño le dice tonta y le da una patada.

Si la madre le grita y le pega un azote y tal vez le dice: “No se pega, en casa verás”. Le está reprimiendo su frustración, no le está dando espacio y además le está dando un mensaje contradictorio. En este caso la madre podría primero entender la frustración de su hijo, él no entiende de horarios ni comidas ni nada de ese mundo de adultos, después bajar a su altura y explicarle: “No me gusta que me pegues, yo no te pego a ti, me haces daño si me pegas. Ahora necesitamos ir a casa y esta tarde venimos al parque”. Si sigue llorando y muy enfadado podemos decirle que pegue al bolso y si necesitamos irnos le cogemos en brazos y le llevamos a casa donde damos respuesta y le acompañamos en su frustración.

Por lo tanto, la agresividad es una ira funcional natural y la destructividad es la consecuencia de contenciones o frustraciones reiteradas intensas. Todas las emociones son adaptativas y cumplen una función, por tanto no hay que reprimirlas, hay que enseñar a los niños a gestionarlas.

Volviendo al inicio del artículo. Si los adultos ejercen violencia sobre los niños y además les impiden expresar su ira ¿qué esperan después de ellos?

Es España se han detectado los siguientes castigos físicos y psíquicos hacia los niños: abofetear, golpear en la cabeza, humillar, encerrar a oscuras, poner cara a la pared, ridiculizar, mostrar indiferencia, sacudir, insultar, golpear con regla o cinturón, pellizcar, amenazar o hacer comparaciones entre hermanos, entre otras cosas. Justo esta semana un adolescente me contó que la pareja de su padre le pegó a su hijo de 17 años con una escoba. Y no estoy hablando de palizas ni maltratos graves, sino de castigos físicos y psíquicos habituales que se practican por más del 50% de la población. Por supuesto, son inaceptables.

Si preguntamos a los niños si consideran aceptable que sus padres les peguen si hacen algo que no les gusta, más de los que pensamos van a decir que sí. Es algo que yo misma comprobé en mis 14 años de orientadora en un colegio de primaria y secundaria.

Reflexionemos, ¿por qué molesta tanto a un adulto el comportamiento agresivo de los niños y sus manifestaciones de ira, cuando no son capaces de controlar la suya propia? ¿Qué pretende un adulto cuando pega a un niño? Lo único que consigue es descargar su propia ira, porque está súper comprobado que no corrige el comportamiento del niño. Este adulto está haciendo dos cosas inadecuadas para el desarrollo del niño: reprimir sus respuestas naturales y enseñarle comportamiento violento. Así se perpetúa el círculo violento en la humanidad.

Como adultos seamos capaces de:

  1. Observar nuestras reacciones de ira, aceptarlas, abrazarlas y aceptarnos con esa parte que también de niños nos enseñaron a reprimir.
  2. Respirar nuestra ira mientras la sentimos.
  3. Ser capaces de no descargarla con los niños, aunque ellos nos la hayan provocado. Podemos cambiar de habitación, pegar a un cojín, salir a la calle a pasear mientras sentimos la ira. Podemos mirar lo pequeños que son los niños, mirar sus manos y sentir su fragilidad.

Tenemos que ser muy conscientes de nuestras emociones y de lo que tenemos por resolver en nosotros mismos para parar el círculo de violencia. Nuestra misión como padres y educadores es formar seres humanos más respetuosos.

 


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